Otra noche en vela más, pensando en quien no se debe. En realidad aunque hubiera podido dormir profundamente, tampoco podría haber dormido mucho más.
La noche anterior en el comedor del guesthouse, nuestro guía dijo que había muchas nubes y que probablemente no subiríamos al mirador de Poon Hill, ya que no veríamos gran cosa. Así que nos fuimos a dormir más bien tarde, y a eso de las 3 de la mañana empecé a oír el ir y venir de la gente por los pasillos y al poco rato, nuestro guía empezó a llamar a nuestra puerta para despertarnos. Nos dijo que el cielo estaba despejado, así que alé todos arriba.
Yo para mis adentros pensaba, bueno y si me quedo? que se vayan los demás, tenia cansancio acumulado de las noches sin dormir; y de andar y escalar de día. Así que una parte de mi me pedía seguir durmiendo en la "confortable" cama con forma de tabla de madera, y la otra parte me pedía una pequeño esfuerzo más. "Quién sabe cuándo será la próxima vez que vuelva a Nepal, si es que vuelvo alguna vez. Ya que estoy aquí, porque no ir a ver lo que se cuece? Y además el guia nos dijo que, no todo aquel que llegaba hasta aquí tenía la suerte de encontrarse con un cielo despejado, ha habido turistas que se han quedado días y días en Ghorepani esperando ver algo, sin esa suerte. Pero la cuestión es que tampoco sabia muy bien a lo que habíamos venido a ver...simplemente me había dejado guiar por el resto de mis compañeros de viaje" (este fue mi dialogo interno mientras me vestía).
Salimos del guesshause, todavía era de noche, y empezamos a subir por una pequeña escalinata seguido de un empinado y estrecho camino (que en realidad no sabia ni si era un camino, porque no se veía nada, la única luz que había era la que procedía de una mini linterna de nuestro guia que estaba en medio de nosotros para iluminar al que iba delante y a los que íbamos detrás, así que apenas veíamos nada, ni siquiera lo que pisábamos, lo cual era peligroso, porque era un camino empinado de tierra, matorrales y piedras). Así que comenzamos a subir y a subir, a subir y a subir. Hacía frío, estaba oscuro, tenía hambre, estaba cansadísima, y las noches sin dormir empezaban a pasar factura. Así que me daban ganas de quedarme por el camino esperando a que los demás siguieran, vieran lo que haya que ver y ya me encontraría con ellos en el camino de vuelta.
Poco a poco comenzaba a despejarse la oscuridad, pero yo cada vez estaba más cansada, me había quedado atrás, veía a lo lejos a mis compañeros, intentaba por todos los medios alcanzarlos, pero por cada paso que conseguía dar, ellos ya habían dado dos...y la distancia era cada vez mayor. "Venga un poco más" me animaba a veces, "parezco tonta, quien coño me habrá mandao venir" me decía otras veces. Oía de vez en cuando al guia a lo lejos gritarme, "venga! date prisa! que ya está amaneciendo y no vamos a llegar!!" "Pues alá iros vosotros, que yo me quedo aquí moqueando" pensaba yo.
Al rato empecé a sentir calor, por el esfuerzo, y al mismo tiempo un frío penetrante al enfriarse el sudor de mi cuerpo. Sentía, mi propio peso en cada paso que daba, y la presión en la cabeza debido a la altura. Y después de casi dos horas de subir y subir, y de un poco más que llego, venga un poco más...al fin comienzo a divisar la cima, la meta!
Una vez allí sentí cómo mis piernas me empezaban a temblar y cómo perdían fuerza, provocando mi caída al duro y congelado suelo. Allí a más de 3200 metros de altura, sentada en el suelo, sentía frío, agotamiento y cómo me daba vueltas la cabeza. Así que sin saber ni como ni porque empecé a llorar como una cosaca. Las lágrimas no cesaban.
Y de repente, en una décima de segundo un sin fin de sentimientos comenzaron a florecer en mi: por un lado cansancio, dolor, miedo, irritación; y por otro lado felicidad, mucha felicidad, satisfacción... Allí sentada, con la cara llena de lágrimas, todavía, tenía ante mi uno de los paisajes más bellos del mundo, los picos de los montes Annapurna envueltos de nieve, a los cuales les empezaba a cubrir un manto dorado reflejo de los primeros rayos de sol que comenzaban a asomarse por los picos. Sin duda el amanecer más hermoso que he visto hasta ahora.
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